Entendemos por oxidación el conjunto de reacciones químicas en las que el oxígeno se une a otras sustancias y forma moléculas llamadas óxidos. Esto sucede habitualmente en el mundo de los metales, aunque no es exclusivo de ellos. En el campo químico refleja la pérdida de electrones de un átomo, aumentando su carga positiva. Debemos recordar la denominación “oxígeno” proviene del griego oxys, “ácido”; y genos, “productor”: es decir, corroe los metales, tal y como lo hace el ácido.
Al ser el oxígeno el que habitualmente recibe los electrones que el otro pierde en estas reacciones, se bautizó a éstas como reducción-oxidación, óxido-reducción o simplemente redox. Ello no es óbice para que pueda existir una oxidación en ausencia de oxígeno, lo que es imperturbable es que siempre encontraremos dos elementos que intercambian electrones, el agente oxidante y el agente reductor.
El oxidante es el elemento químico que capta los electrones transferidos aumentando su carga negativa. A eso se le denomina “tener un estado de oxidación inferior”, o, en otras palabras, ser reducido. Por otro lado, está el agente reductor que cede los electrones transferidos e incrementa su carga positiva. Esto supone pasar a un estado de oxidación mayor, o, en otras palabras, ser oxidado. En este proceso, el agente oxidante es reducido por el agente reductor, y el agente reductor es oxidado por el agente oxidante. Oxidarse es perder electrones, mientras que reducirse es ganar electrones.
Todos estos procesos son mucho más comunes de lo que creemos, siendo incluso indispensables para la vida ya que los seres vivos obtenemos energía química gracias a acciones como la oxidación de glucosa (glucólisis).
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